Bajo un sol de justicia participé en la Melonera.
Ayer, reencuentro con conocidos de las carreras y
entrenamientos en el comienzo del curso de carreras populares, más o menos
kilos pero todos contentos.
Era la segunda vez que participaba en esta carrera con un
recorrido muy distinto al de la primera, más llana pero con ausencia de sombras
y bajo una temperatura de 37°, se echaban en falta. Esta carrera siempre ha
sido multitudinaria con lo que ello conlleva, zonas en las que tenemos que ir
andando por el embotellamiento y los típicos cafres que no se dan cuenta de dónde
están y van arroyando porque no tienen paciencia y piensan que corren más que
nadie.
Después de 3 km de estrecheces empezamos a medio poder
correr, el calor hace insufrible un perfil de carrera muy favorable, prácticamente
llano en su totalidad y avituallamiento en el gran campo del Calderón ;) Pasé
algo más del primer cuarto del total de la carrera y ya solo quedaba una de las
mesas con 7 cajas de agua, ¡cuándo van a dejar de sufrir el desprecio de los
organizadores los corredores más lentos! cuando no resultemos rentables.
Como viene siendo normal Ana siempre tiene más energía al
final de las carreras y en el último quilómetro tira ella, yo solo intento
mantener su ritmo con todo el sufrimiento que eso me implica porque sé que
siempre me va a esperar en meta y quiero verla progresar. En los últimos metros
ella tira y yo justa de fuerza le sigo, veo que reduce el ritmo y una chica le
va a adelantar, eso me produce la rabia competitiva y se me dispara la
adrenalina, saco fuerzas y arranco un esprín y echo el resto, ella me sigue y
evito que nos adelante una persona, ¿para qué? para nada, cosas que hacemos los
corredores picajosos, porque luego al parar sufrí hiperventilación con sus síntomas:
mareo, dolor de cabeza repentino y otras consecuencias vergonzosas. Gracias a
que siempre voy con Ana y me ayudó a recuperarme, además de sujetarme. Conclusión:
para qué correr en exceso cuando no te juegas nada.
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