El viento, un protagonista traicionero.
El día amaneció soleado pero el viento no amainó, algo que ya me preocupó, y mucho, el día anterior.
Nervios a flor de piel, según me voy acercando me doy cuenta que mi estado de ánimo no va a ser el mejor. Estoy muy, muy negativa, ausencia de mi vitalidad habitual, esa mala compañera femenina me la jugado pero bien.
Antes de salir me siento como ausente, sin saber muy bien donde estoy, todo el año esperando este día y mi estado de ánimo no me deja apreciar esos momentos anteriores como debería.
Milla 9,5 |
Pistoletazo de salida, empiezo a rodar, me voy encontrado bien, echo de menos el bullicio de las carreras en España. Casi todo el mundo callado menos Tito, que es mi compañero de aventura para esta maratón, claro que se pasa todo el rato preguntándome cómo funciona el GPS que le han dejado, como un niño pequeño con juguete nuevo no deja de tocar botones, lo que faltaba para la mala leche que tengo intrínseca. Él empieza a tirar a su ritmo y no me avisa de que piensa ir a su bola, yo intento seguirle hasta la milla nueve ayudada por un sprint y un grito, para informarle de que Ana nos espera por esa zona, le dije que iba muy deprisa para mi, su contestación es que quería ir a su ritmo, el tema es que habíamos quedado en ir juntos y no me avisó que había decidido cambiar de táctica e ir a su bola. No me enteré hasta ese momento, yo me equivoque y quemé más energías de las necesarias. Lección aprendida para otra maratón; solo variar el ritmo si acompañas a un novato, en caso contrario cada uno a sus planes.
Fotocol |
El viento molesta cada vez más, un chaparrón de 15’ con algún granizo, al menos no tengo que hidratarme, por fin cambio de sentido ya que todo el recorrido es en línea recta paralelos al mar, una brizna de emoción aparece al darme cuenta que ahora veré a los más lentos de frente en vez de a los mas rápidos, pero esa sensación dura poco, el viento viene de cara con rachas de 45 km h, que en ocasiones me desplazan, tengo que agachar la cabeza para poderme proteger de los azotes huracanados que me frenan. Mi cabeza quiere luchar, no dejarme abatir por los envites del viento y seguir corriendo sin parar ni una vez, en mi cabeza se escucha constantemente el “vamos Macu tu puedes, vamos…” pero en un momento de debilidad física la cabeza ya no es lo suficientemente fuerte, me paro a andar, las piernas me flaquean, mi cuerpo se contonea hacia los lados y estoy a punto de caer, pero el siguiente paso me equilibra rápidamente, me pongo a andar cada vez a mejor ritmo veo como mis pulsaciones van bajando de 185, cuando veo que me recupero y estoy en 160 pulsaciones empiezo a correr de nuevo, el viento sigue pegando fuerte y no quiero parar, los cuádriceps se quejan con pinchazos dolorosos pero sigo porque sé que tengo un as en la manga; me queda un gel. Será un gran aliado en el próximo avituallamiento a falta de 6 km lo tomo y vuelvo a andar recupero y reinicio la marcha, miro el tiempo y sé que puedo llegar al segundo objetivo marcado que era 4:12, midiendo como pude conseguir hacer esos últimos kilómetros de sufrimiento pensando en entrar en ese tiempo.
¡Lo hice! marqué ese tiempo, habrá otras ocasiones para hacer mejor tiempo, me queda la satisfacción que le quite 6’ a mi primera maratón de hace una año.